lunes, 7 de abril de 2014

No - lunes


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El domingo se sentó en el sillón y planificó todo, paso por paso, hasta el más mínimo detalle, los cuatro metros que separan el sillón de la cama, el punto justo donde se atraviesan todos los órganos de una sola puñalada, los sitios donde descartar el cuerpo trozado, en cuarenta pequeñas partes para que se descomponga más rápido, y luego se fue a dormir con la tranquilidad de quien duerme en paz, seguro de que en menos de 24 horas el trabajo ya estaría consumado. Amaneció, y el lunes no era lunes, sino que era martes. Tomo la cuchilla que estaba en el piso, manchada de sangre y la intentó limpiar con un paño que luego tiró a la basura. Pero la sangre seca no se desprendió por más esfuerzos que hizo. En los brazos tenía marcas de rasguños y dos moretones en las piernas. Había ADN suyo por toda la casa, no se había dejado matar así porque sí. Ahora la frustración le comía los ojos, el entramado rojo de venas parecía explotar, pateó la mesa, el sillón, el espejo, se arrancó los pelos, la piel, vio como su sangre se derramaba por el suelo, el corazón casi no latía, hasta que recordó que el lunes no era lunes, sino que era martes y tenía seis nuevos días para volver a planificar.